El Pato cuenta en una entrevista realizada por Pablo Parnese:
“Toque con Alejandro
Mones Ruiz y Wilder Deluca. Éramos amigos y tocar era parte del ritual de la
amistad, pero nunca armamos nada, la cosa era zapar, tomar un mate y tocar.
Hacíamos muchas zapadas y a veces íbamos a probar guitarras a Mar del Plata.
Nos metíamos a una casa de música a preguntar por precios de guitarras y le
decíamos al tipo que queríamos probarlas, y las tocábamos. Después, cuando
caíamos dos o tres días seguidos el tipo se avivaba y nos preguntaba
"bueno, ¿cuál te vas a llevar de estas veinte?".
Con Wilder aprendí muchísimo, y con mucha otra
gente que encontraba, porque yo no sabía música, lo único que sabía era tocar
con otro. Todo lo que había aprendido con aquel tipo ya no tenía ningún peso,
salvo... la niñez perdida - se le pierde la mirada en el techo.
De esa época te acordas solo de Wilder y de Alejandro Mones Ruiz?
(Piensa y los nombres no le vienen) - No sé qué otros... los Mármoles. Me
acuerdo de Fernando Mármol, yo lo veía tocar y decía "qué bueno
loco", tenía una forma de poner la mano en el diapasón y yo decía
Blackmore. Después, Gustavo Florella, más conocido como "El madera"
por esos que andan cuidando de no pasar por debajo de las escaleras. También la
"Pepa" Eduardo Byrne. Habían alquilado una casa y a mí me invitaban.
Armaban temas y a mí siempre me causó sorpresa y hasta cierto enojo que otros
pudieran armar temas y yo no. Ellos iban a tocar ahí, y uno estaba al pedo y se
aparecía y le prestaban la viola. Siempre andábamos por la calle pidiendo
cables, amplificadores, guitarras, todo para tocar una hora y después
devolverlo, lo cual después te hace resentido con la sociedad (risas).
Qué bandas tuviste?
Yo bandas propias no tuve. Jamás pensé que armar una banda me iba a gratificar,
porque todas las cosas que yo he querido armar han salido manchadas ya de
entrada. Sí me gustaba la idea de tocar en una banda. Por ejemplo Local 12 estuvo
bien, porque no era mi banda. Con ellos toqué bastante, como un año o dos... (se
detiene un momento y trata de recordar algo) - uno se hace más viejo y se da
cuenta de que ha tocado con mucha gente. Pero a pesar de que nunca tuve mí
propia banda, siempre me sentí muy partícipe en esas bandas, yo trabajo detrás
de las cosas.
El Pato sigue tratando de recordar algo y no le sale: "...una vez hicimos
una banda que se llamaba...Treinta y cuatro...", desconcierta repitiendo
como un loro una respuesta que se cuela desde una conversación sobre números de
quiniela en la vereda, después interrumpe las carcajadas con el hallazgo: Fuera
de tiempo se llamaba. Hicimos un recital en el Colegio Nacional, y estaba bueno
porque no sabía qué podía pasar. Yo en ese momento estaba escuchando Rush.
¿Quiénes integraban Fuera de tiempo?
Había un pibe que se llamaba Mariano Gallasso]... que el padre trabajaba en el
Ferrocarril y después se fue mudando por distintas estaciones. Armamos esta
banda porque dudábamos todos los sábados cuando zapábamos y decíamos "este
tema está bueno", y de pronto apareció un festival en el Colegio Nacional
donde iba a tocar una banda de los pibes de Guinot, Tadeo se llamaban. A mí me
gustó porque al "Bagre" Mariano Rossel, con quién también habíamos
armado una banda que jamás tocó, le gustó mucho, y él me decía "lo mejor Pato,
lo mejor", y para mí el juicio de él, era importante. Los temas tenían un
trabajo complejo. Les poníamos nombres como Zaratustra, y el batero era este
pibe que escribe... que es pelado y se parece a León Tolstoi, "El
Rafa" Rafael Cortés, me dijeron que ahora está en España. Creo que con él
tocamos dos veces, después me parece que se hizo cantor, como Marquitos, Marcos
Decouzandier. Cuando todos ellos y ese lugar se fueron, yo los re extrañé.
¿Hubo otras presentaciones con este grupo?
Pocas, porque era de estas características que te decía recién, de tanto zapar
te encontrabas un día con que tenías temas que ya venías haciendo de tal
manera, que se podían considerar una unidad, entonces, "qué tal si tocamos
este viernes". Pero después uno no está decidido, va a tocar porque de
alguna manera asumió una especie de compromiso, y por un lado le gusta y por el
otro no está seguro. No es que salga mal o algo así, pero cuando llegas a tu
casa vos decís "toqué, pero todavía no lo decidí".
¿Algún recuerdo de aquellos tiempos?
Yo tenía una viola celeste, y tocaba con Asesino César y los Metalúrgicos. Eso
me gustó muchísimo. Los temas los hacíamos entre todos o ya estaban hechos,
pero yo tenía una libertad absoluta. Tocar era tan común, cosa de todos los
días, como lavarse los dientes. A mí me gustaba mucho una guitarra chiquita que
tenía Van Halen, y por eso me encantaba tocar con la guitarra de los
Metalúrgicos.
¿Tuviste muchos alumnos?
Ha venido mucha gente. Yo he congregado acá a mucha gente. A algunos los
buscaba, a otros no. Algunos aprendieron y otros no. Algunos otros aprendieron
pero siguieron otras cosas. Me acuerdo en especial de un pibe que yo no le di
mucha bola, pero ahora es re grosso, le dicen El pirata, y se llama Leonardo Bernardo, ahora está estudiando
contrabajo. Es un guitarrista excelente, debe tener veintipico. Yo lo veía
entusiasmado nada más, pero no sabía que fuera una persona tan inquieta por
todo lo que sea arte. No puedo decir de Gustavo Zoni que fue alumno mío. Hemos tocado muchísimo, yo
por ahí le sacaba algunos temas y se los pasaba; por ahí me pedía que le saque
un solo de alguien, un pedacito, porque es muy minucioso.
¿Y tu relación con los Gervacios, banda que te proclamaba su gurú?
Me acuerdo de Los Gervacios, de "Jordi" Rodolfo Koziner, de la
"Tota" Diego Doñagueda. "El Flaco" Sebastián Cirillo vino
algunas clases, pero te cuento un secreto: cuando yo tuve muchos alumnos, era
una época en que andaba mal, no me acuerdo mucho de todo eso. De El Flaco me
acuerdo que tenía una forma de aprender, de tocar, una personalidad muy
especial, es muy dado a decir que sí, a asentir positivamente. Yo le hacía unos
cuestionarios con preguntas como por ejemplo "qué no es la música o qué no
es tocar", y el aprendía.
¿Cómo te llevas con la idea de que muchos de
tus alumnos te consideren más un gurú que un profesor de guitarra?
Al principio uno crea un lazo de discípulo y maestro, pero después se crea una
amistad adonde uno nunca ve un peso (risas).
¿De dónde vienen a tu vida las lecturas espirituales, filosóficas, etc.?
Para mí lo espiritual es esto. Lo material y lo espiritual son la misma cosa.
Son la cara y ceca de una misma moneda... y falsa [risas]. Tiene que ver un
poco con la historia esa de andar para atrás. Tuve que parar... y paré, ahora
tengo 38 años. Tenía que cuidarme y por eso empecé a comprar libros. Pero
siempre me gustó leer. Aquel profesor de música que te nombraba hoy, me llevaba
a Buenos Aires, me parece que a la calle Sarandí, y a mí me encantaba ir porque
me gustaban muchísimo las historietas, y nos bajábamos en la estación y yo
siempre me compraba alguna Isidorito. La primer revista que leí fue una de
¿Pero
Claro, a lo mejor por eso me leí treinta veces (risas). Creo que la lectura
viene de ahí.
¿Tenes proyectos musicales?
Todavía tengo algunos alumnos y siempre soñé tener un taller. Yo por ahí quiero
mostrar algo y no tengo los medios para hacerlo, ahora hay muchas maneras de
enseñar, con el tema de los programas de computadora, pero yo no tengo nada. A
veces se me ocurren ideas de cosas que me gustaría hacer, pero últimamente
decidí no tener más ideas, ya que de todos modos no las voy a poder concretar.
¿Hacés temas?
Sí, pero me gusta mucho improvisar. Ahora estoy estudiando el jazz, pero lo que
hago no es jazz. Es lo que yo hacía antes pero con otras visiones nuevas.
¿En una época creabas instrumentos?
Siempre me gustó experimentar con eso. Me acuerdo que tenía un foco al que le
había sacado el plomo que está abajo de la rosca y todo el interior, entonces
tocaba puc, puc, un sonido como el que usaba Charly García en esos álbumes
viejos, sonaba como el espíritu del foco vacío. Una vez también me hice un violín
chiquito, cuadrado.
¿Tenes alguna grabación, alguna foto tocando, algún recuerdo material?
Una vez un pibe me mostró unas cosas que yo había grabado y yo lo escuchaba y
decía, ah, está bueno, pero nunca le dije si me podía pasar un casete. Me estás
haciendo acordar de todas las cosas que no tengo (risas). Yo sé que hay cierta
persona que tiene algunas fotos de los Asesino César.
La charla se bifurca. El Pato cuenta cosas increíbles como la experiencia de
haberse arrojado hace poco tiempo, por primera vez en su vida, a una pileta de
natación sin saber nadar, o su actual oficio de jardinero en una casa adonde
todas las plantas y el jardín se secaron. En el suelo hay un cuaderno hecho con
hojas de papel madera cosidas a mano con escrituras extrañas, indescifrables,
mezcladas con cientos de cuentas de dividir: "son runas celtas -explica- y
cálculos que hago yo; una vez con un amigo nos compramos un libro que enseñaba
a ganarse la lotería, qué fracaso -sonríe resignado-.
¿Escribís?
Sí, pero generalmente lo que escribo son estructuras de tres frases que
encierran algo. Canciones no escribo. Suena muy raro que yo me escuche diciendo
"yo no escribo canciones", pero es cierto, "yo no escribo
canciones" (risas).
¿Lo tuyo es música instrumental?
Sí, pero si yo tuviese los medios... (ya estoy especulando -ríe) "si todos
tuviésemos los medios" para poder guardar lo que hacemos, podríamos grabar
esa música; pero como no tengo nada, directamente hago el tema y una vez que
está hecho, lo olvido y hago uno nuevo. Después de todo, es un fiel reflejo de
la realidad: ¿qué no se pierde?
¿Qué es la música para vos?
Mmm... en un momento puede ser una cosa y en otro otra, no sé. Yo cuando estoy
escuchando música no estoy escuchando solo la música, sino también los
silencios, que son quizás más importantes que la música en sí. Así como a la
música vos la escribís en un pentagrama, los silencios son ese papel blanco
donde después se pintan los sonidos y se van, porque los sonidos jamás se
quedan en un lugar, al final siempre se van, y uno se queda acá en el sur.